jueves, 3 de julio de 2014

ACTIVACIÓN DE LA MEMORIA


                                         ACTIVACIÓN DE LA MEMORIA

 

Siguiendo la línea planteada de un modelo de Sistema Abierto para la enseñanza/aprendizaje de idiomas dentro de un marco enfocado hacia el aprendizaje acelerativo, he de encarar fríamente los “problemas de memorización” que tanta literatura científica y pseudocientífica ha ido produciendo durante las últimas décadas.

Al encontrarse el participante actuando activamente durante la formulación de oraciones personales sobre muy diversos temas espontáneos, él mismo va comprendiendo lógicamente la forma de construir tales oraciones y todas las nuevas que irá produciendo durante el resto del curso. Recordemos que su referencia es su propio idioma, de ahí que para aprender a comunicarse no necesite explicaciones teóricas de carácter gramatical descriptivo, sino que se irá comparando desde el primer día del curso la lengua objetivo con la lengua vernácula del participante. Hasta los mismos errores deben  ser traducidos con los principiantes, ya que esto les ayuda mucho a evitar errores típicos y a familiarizarse con la lengua como por ejemplo, el verbo “telefonear”en español. La mayoría de los principiantes caerán en la trampa de decir “Yo teléfono”, lo cual es erróneo y suena en español como si se dijera en inglés “I am a telephone” o en danés “Jeg er en telefon”. Estos tipos de errores, además de estimular la risa en los participantes creando así un buen ambiente amistoso, son también importantes de usarlos para que los participantes comparen cómo se oirían expresiones comunes, erróneamente, usadas por los extranjeros en su propia lengua. Tal discernimiento los estimula a poner más atención en los pequeños detalles tanto fonéticos así como sintácticos y semánticos, pues es obvio que no querrán hablar la lengua objetivo como lo hacen los extranjeros que intentan hablar, erróneamente, en su lengua. Aquí, el miedo al ridículo juega un papel relevante psicológicamente, estimulando a la persona a pronunciar las palabras de la mejor manera posible, estructurar las frases y oraciones con la mayor coherencia posible e igualmente construir sus ideas completas con la mayor congruencia posible.

En el ejemplo anteriormente citado, le indica al mismo tiempo al participante que en todos los verbos regulares debe pronunciarse hasta la última letra  antes de llegar a la terminación de la forma infinitiva, colocando la terminación pertinente según el pronombre personal que corresponda. Bueno, pues en lugar de darle una explicación tan rimbombante al participante como la que he dado, se le dice simplemente”Cuidado, yo teléfono es como si yo dijera en su idioma: I am a telephone”. Una vez pasada la carcajada inicial la persona rápidamente se pone más atenta al conjugar los verbos.

Con lo antes dicho, tenemos que partir de la base de que sabemos de antemano que en cualquier país europeo o en todo caso cualquier país donde predomine la cultura occidental, el 80% o más de sus habitantes desconocen la gramática descriptiva de su propio idioma. Por lo que es totalmente ilógico intentar enseñar una lengua nueva basándose en reglas gramaticales y aún peor, usando “explicaciones gramaticales” que no son para el común de los mortales sino para especialistas en Lingüística o Filología. Debemos tomar en cuenta que toda la gente que quiere aprender un idioma extranjero de forma acelerada está interesado única y exclusivamente en comunicarse en esa lengua objetivo y no en ser especialista fonético, ni morfosintáctico ni mucho menos semántico. Lo único que se pretende es hablarlo y comprenderlo. Una vez controlando el habla, a lo mejor sí le apetece después escribirlo correctamente, entonces sí le recomendaría un pequeño libro de Gramática para ir conociendo las reglas de la escritura. Pero en ese momento ya no necesita ningún instructor de idiomas, porque ya domina la lengua, y lo que tiene que hacer es capacitarse para escribir con habilidad. Es prácticamente de la misma forma en la que nosotros aprendimos a estudiar la gramática en nuestra propia lengua. Es decir, las clases de Gramática pura y dura comenzaron cuando ya teníamos unos 7 u 8 años de edad. En ese momento ya estábamos preparados tanto mentalmente como lingüísticamente  para analizar y profundizar en nuestra propia lengua, o sea, que ya la hablábamos casi a la perfección desde el punto de vista de hablantes nativos.

Todo lo anterior lo he comprobado fehacientemente. De verdad que hay personas, por otra parte muy exitosas en su vida profesional y social, que no tienen ni la menor idea de lo que es un Artículo Indeterminado o un Artículo Determinado. Consecuentemente, la forma más correcta de enseñar tales elementos esenciales para construir oraciones coherentes, es por medio de la comparación con su propia lengua. Así, en lugar de hablar sobre Artículos Determinados a un participante inglés, lo mejor será decirle que “the” es en español “el/la/los/las” induciéndole por medio de ejercicios espontáneos a comprender sus connotaciones de Género y Número, ahorrando un tiempo precioso en la rapidez de la comprensión morfosintáctica. Todos los ejercicios que vayan surgiendo espontáneamente deben tener su correlativo en la lengua del participante, especialmente, como he dicho antes, en los primeros niveles.

El otro lado de la moneda, es decir, enseñar sin gramática descriptiva pero utilizando únicamente la lengua objetivo desde el primer día, es obviamente una pérdida total de tiempo y energía. Y de hecho he comprobado que aquellos institutos que usan tal método se debe simple y llanamente a que sus instructores no hablan sino la lengua objetivo. No dominan ninguna otra lengua. Lo cual, en mi opinión, parece una desfachatez aberrante ya que sabemos de antemano que cualquier adulto necesita una “explicación” de algún tipo en su propia lengua incluso en niveles intermedios. Los participantes a los cuales he enseñado inglés o español y que antes habían participado en cursos donde les “vendieron” la idea del “Método Natural”, me comentan siempre que el primer día estaba muy bien pues eran las cosas más sencillas como el”buenos días-buenas tardes-buenas noches”, pero en el momento, o sea, desde el tercer o cuarto día, en que se comenzaba a complicar el diálogo del texto, la comprensión era ínfima   ya que más bien se trataba de un proceso de adivinanzas, haciendo el instructor de payaso intentando expresar con mímica por ejemplo: “Mañana voy a trabajar por la mañana, pero no por la tarde”. ¡A ver cómo se explica eso con mímica! Con lo cual nunca se sabía con certeza lo que intentaba decir el instructor o el texto del “Método Natural”.

Una vez que hayan comprendido los principiantes la lógica de la lengua objetivo por medio de ejercicios fonéticos, morfosintácticos y semánticos, será el momento en el que lo que llamamos “Retención Memorística” comenzará a funcionar. Antes no. Es imposible recordar cosas que no comprendemos. Nuestra memoria no trabaja acumulando datos ilógicos. Al contrario, para nuestra memoria es esencial que la información con la que se trabaja en un momento dado tenga una lógica total y sea lo más transparente posible. De ahí  que todos esos cursillos de “mejore su memoria” o “ejercite su memoria” no entran para nada en mi forma de percibir la enseñanza de idiomas, ni de ningún otro tipo de enseñanza. Y ese fue uno de los errores fundamentales de Lozanov  con su Método Sugestológico. Para Lozanov era esencial que las personas “memorizaran” cientos y miles de palabras durante sus sesiones. El pequeño pero trascendental error consiste en no comprender que para dominar un idioma extranjero no se trata de saber de memoria un sinfín de palabras, sino de aprender desde el primer momento a estructurar coherentemente  las palabras conocidas con el fin de crear una oración correcta. Estructurando congruentemente las oraciones que se van produciendo con la finalidad de crear una conversación razonable y fluida. Este proceso es el que yo llamo proceso de Espontaneidad en el Habla, sobre el cual hablaré en el Capítulo 8.- Método Hipnagológico.. Lo importante no es el número de palabras que se “recuerden” en un momento dado, sino en aprender a usar las palabras ya “recordadas” en muy diversas situaciones de manera espontánea. El hecho de saber muchas palabras en la lengua objetivo no supone para nada que la persona hable  en dicha lengua con fluidez y correctamente. De hecho, muchos de los participantes que vienen a mis clases de español  saben infinidad de palabras en la lengua española ya que han vivido en España durante 5 o 10 o 15 o 20 o aún (que los he tenido) 25 años. Obviamente estos individuos habían escuchado y aprendido muchas palabras. Y habían participado en muchos cursos convencionales, etc. Sin embargo, vinieron a mí porque lo que les faltaba era aprender a construir oraciones coherentes y entablar conversaciones congruentes. Tenían errores tan graves como decir: “Yo gusto”  que traducido al inglés sería algo así como “me like” o al danés “mig kan lide”. Dicha expresión, al haberse utilizado durante tantos años sin darse cuenta de que era errónea, encontrándose el hábito fuertemente arraigado, es bastante difícil quitarla del léxico del participante. Con éste tipo de participantes, dicho sea de paso, es muy difícil trabajar pues primero es menester “limpiar” todos sus errores adquiridos a través de tantos años y después enseñarles a hablar con propiedad.

Por lo que, resumiendo, memorizar material que no tiene sentido  para el participante es una pérdida de tiempo y al final el mismo participante cree subjetivamente que  tiene “mala memoria”, que “ya está muy viejo para aprender un idioma extranjero”, y muchas otras falsas conclusiones que frustran e inhiben a las personas en su intento de aprender algo nuevo. Sin darse siquiera cuenta de que es debido al método o los métodos con lo que han intentado enseñarle. Tan es así que cuando  vienen a mis cursos hay muchos participantes que me comentan que han estado usando siempre (durante muchos años) la forma verbal del Presente Simple únicamente. “Y claro, la gente me comprende”, me comentan, “pero ahora que ya sé y uso el Pasado y el Futuro me doy cuenta de lo ridículo que se oía”. Lo típico de, por ejemplo: “Ayer voy a la playa”, que traducido al inglés sería: “Yesterday I go to the beach”, o en danés: “I gaar, gaar jeg paa stranden”.

En muchos cursos me he quedado boquiabierto al comprobar que participantes de 78 y aún 82 años tenían una capacidad memorística fantástica. Pero por supuesto, primero tenían que comprender lógicamente el contenido de lo expuesto y era entonces cuando su memoria comenzaba a funcionar a las mil maravillas. No estoy diciendo que retenían tan rápidamente como un participante de 20 años o menos. No, pero retenían la mayor parte del material dado y aprendían a usarlo de una forma eficaz en su entorno social. Y eso, creo yo, es lo esencial.

Por lo que, una vez comprendida la lógica interna de la lengua objetivo la memoria se activa. Esta activación de la memoria, por medio de la lógica, implica que el organismo aprende por experiencia. El participante mismo debe “descubrir” esa lógica en la lengua objetivo. Siendo el trabajo del instructor el guiarlo hacia ese “descubrimiento”. Cuando aparece la experiencia del “Ajá” y se da cuenta el participante de lo mecánico que es en sí, por ejemplo, todo el procedimiento conjugativo de los verbos regulares en español es cuando su memoria se dispara y es un placer para el participante crear infinidad de oraciones “jugando” con esos verbos regulares creando verdaderas conversaciones espontáneas con el instructor. En el momento en el que el participante ha asimilado la mecánica de los verbos regulares, entonces sí, le voy enseñando, poco a poco, los irregulares, es decir, las excepciones. Hacer lo contrario es absurdo. Muchos participantes en mis cursos me han comentado que lo primero que aprendieron en español fue el verbo “ser” (to be) que es irregular. Y aparte de que se tardaron varios días en “memorizar” el susodicho verbo, pensaron que todos los verbos en español eran de esas características, es decir, que no había ninguna mecánica lógica, lo cual no es el caso en la gran mayoría de los verbos.

De ahí que yo siga la idea chomskiana de que el lenguaje es  una actividad creativa me parece del todo correcta. Siendo el papel de motivador del instructor esencial. Sin un buen motivador cualquier curso intensivo de idiomas está destinado al fracaso. Como expliqué antes, el interés del participante ya existe de hecho, se podría decir, de forma innata, siendo su actuación la que produce la energía necesaria para aprender rápidamente. Pero si la actuación  no es retroalimentada correctamente, espontáneamente y eficazmente por el instructor, el interés decae mucho y los resultados ya no son los mismos. El instructor debe conocer en todo momento la estructura cognitiva específica del participante, la misma que debe poseer lo que David Ausubel (1983) denomina como “significado lógico”, debiendo ser relacionable de manera intencional y substancial con la etapa correspondiente y pertinente que se encuentra disponible en la estructura cognitiva del participante en un momento dado. Este “significado lógico” se refiere obviamente a las características inherentes de los elementos que se van a aprender y a la naturaleza de los mismos.

Esta forma de aprender  parece ser que ya existía (aunque no en la enseñanza de idiomas, desgraciadamente) en la Antigua Grecia. La oralidad mimética se desarrolló en Grecia desde el siglo VIII a.c. con las obras homéricas, las cuales eran aprendidas de memoria por los alumnos. La escritura casi no se usaba, sino que todo mensaje de la vida cotidiana requería de un esfuerzo de oralidad mimética.  De ahí el desarrollo de la poesía en la Antigua Grecia donde la rima en verso ayuda mucho a la memorización rápida y eficaz. Tal concepción fue desplazada paulatinamente durante la época de Platón (siglo IV a.c.) conociéndosele como oralidad dialéctica. Fue, digamos, la culminación de la metodología socrática del diálogo refutatorio y mayéutico.  Así nació y se desarrolló una forma diferente de oralidad. Una oralidad creada por los filósofos: La oralidad dialéctica, utilizada de forma exclusiva por Tales de Mileto y por Sócrates, tenía como finalidad el estimular el pensamiento lógico del individuo. De hecho, el desarrollo pleno de la oralidad dialéctica es el fundamento de nuestra llamada cultura occidental. El uso de la lógica en el aprendizaje y no sólo la pura y simple repetición de la oralidad mimética que  es, como he dicho antes, importante pero sólo usándola de forma esporádica y no dándole una importancia desmesurada, hizo que la oralidad dialéctica haya influido igualmente en el desarrollo de la escritura. Todos los textos escritos tienen que estar relacionados de alguna manera con el mundo del sonido que es el ambiente natural del lenguaje. Es verdad que la escritura ha creado la civilización, pero también es cierto que “leer” un texto significa convertirlo en sonidos, en voz alta o leyéndolo mentalmente, sílaba por sílaba. La escritura nunca puede prescindir de la oralidad, siendo la oralidad dialéctica la que hace que comprendamos lógicamente los mecanismos inherentes en determinado sistema, en nuestro caso, una lengua nueva. En tanto que la oralidad mimética, sin restarle importancia, llega a formar parte de un Sistema Abierto de la oralidad dialéctica, y no al contrario. Me explico: La buena memorización depende de la buena lógica del contenido. Es necesario primero comprender las cosas y luego memorizarlas. No como se hacía en la época de Homero, en donde los niños aprendían “de memoria” diversos episodios de la Ilíada y la Odisea para recitarlos en público sin comprender absolutamente nada de su significado lógico. La oralidad dialéctica, afortunadamente, dio término a dicho estado de cosas. Sin embargo, parece ser que con la caída del Imperio Romano y la aparición de la Edad Media, el método de la oralidad dialéctica de quedó en el olvido.

Con lo anteriormente expuesto espero que quede claro que el papel del instructor en cursos acelerativos de idiomas debe ser el de un facilitador y no un inhibidor. Siendo obvio que el conocimiento por parte del participante de su lengua materna facilita la tarea hacia el conocimiento de la lengua objetivo. El concepto chomskiano de “competencia” viene en sí mismo integrado en la lengua vernácula del participante. Siendo igualmente obvio que durante el proceso del curso el participante aprenda a aplicar sus propias estrategias de instrucción. Es necesario desarrollar la capacidad, por parte del instructor, de permitir que las estrategias, quizás innatas, del participante, dictaminen nuestra forma de enseñar en un momento y circunstancia determinados y que dicho participante determine asimismo nuestro Sistema Abierto. Es más eficaz, por la rapidez de los resultados y demás connotaciones psicológicas ya expuestas, aprender a adaptarse a las necesidades del participante que imponerle e inhibirle con nuestras ideas preconcebidas de cómo debe aprender, qué debe aprender y cuándo lo debe aprender siguiendo todo esto en un simple “libro de texto” diseñado por los “expertos” de turno. Creo que la idea queda aún más precisa y explícita con lo que afirmó en su momento  Von  Humboldt: “ En realidad, no podemos enseñar una lengua, sino que sólo podemos crear las condiciones en las que se desarrolle de forma propia y espontánea en la mente. Nunca podremos mejorar nuestra habilidad para crear tales condiciones favorables hasta que sepamos más acerca del modo en el que un alumno aprende y de las características de su programa interno”.

La estructura latente del lenguaje descrita ya por Eric H. Lenneberg (1967), nos lleva a concluir la misma aseveración respecto a un Sistema Abierto de enseñanza/aprendizaje. Por supuesto que existe, creo yo, una estructura psicológica latente que está esperando el momento de ser activada cuando un adulto intenta producir oraciones y diálogos en la lengua objetivo que está aprendiendo. Siendo parte integrante de ésta estructura psicológica, y hasta me atrevería a decir fisiológica, latente, la propia lengua del participante. Esto lo tengo confirmado de igual manera por la certeza de que la lengua más “difícil” de aprender para un adulto, es la segunda lengua, pues toda la información al principio es totalmente nueva para el principiante que habla solamente una lengua. Pero para aquellos principiantes que dominan dos lenguas, aprender una tercera es ya más fácil. Y una cuarta es todavía más fácil, etc. Por eso cuando la gente me pregunta qué nacionalidad es la “mejor” o la “peor” para aprender idiomas, les contesto tajantemente que no se trata tanto de nacionalidades sino del número de idiomas que la persona domina con antelación. Sin importar si las lenguas tienen alguna correlación o no. Me explico: He tenido participantes que han hablado perfectamente portugués y francés, por ejemplo, y debido a la semejanza de éstas dos lenguas latinas con el español, el curso les ha sido totalmente fácil desde el primer momento, dejándose ver los resultados rápidamente. Igualmente he tenido participantes que dominaban perfectamente el finlandés, el ruso y el  sueco, por ejemplo, y han sido tan rápidos como los otros que dominaban las lenguas latinas, ya que estaban conscientes en todo momento  de que lo que tenían que hacer era envolverse plenamente y enteramente en un sistema lingüístico nuevo, y nada más. De ahí que las inhibiciones, temores, etc., de los participantes que hablan una sola lengua no existan y el aprendizaje sea más fluido.

De igual manera, he tenido participantes que han hablado siete u ocho idiomas al venir aquí conmigo y han alcanzado en 50 sesiones el nivel 3. Si tomamos en cuenta que para un participante normal llegar al nivel 3 se requieren 150 sesiones, se puede muy bien apreciar la diferencia. Además quiero añadir que esas personas que aprendieron de forma radicalmente vertiginosa eran de países tan diversos como Holanda, Irán y Sudáfrica.

Ahora ya podemos corroborar que el aprendizaje debe conducir a un cambio significativo de la experiencia, parafraseando a David Ausubel (1983), es decir, debe ser más que un simple cambio de conducta. Debe enriquecer al participante en todos los sentidos. No sólo, en nuestro caso, en la adquisición de una lengua nueva en un período de tiempo a corto plazo, sino también y consecuentemente, diría yo, un desarrollo personal que dote al participante de una autoconfianza cada vez más satisfactoria y saludable en su desenvolvimiento en la lengua objetivo y en la totalidad de su personalidad de forma directa. El uso de lo que yo considero como la memoria creativa, compaginada con la oralidad dialéctica, es la base misma del Proceso de Espontaneidad en el Habla, que será posteriormente analizado.

 



 

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