ACTIVACIÓN DE LA MEMORIA
Siguiendo la línea planteada de un modelo de
Sistema Abierto para la enseñanza/aprendizaje de idiomas dentro de un marco
enfocado hacia el aprendizaje acelerativo, he de encarar fríamente los
“problemas de memorización” que tanta literatura científica y pseudocientífica
ha ido produciendo durante las últimas décadas.
Al encontrarse el participante actuando
activamente durante la formulación de oraciones personales sobre muy diversos
temas espontáneos, él mismo va comprendiendo lógicamente la forma de construir
tales oraciones y todas las nuevas que irá produciendo durante el resto del
curso. Recordemos que su referencia es su propio idioma, de ahí que para
aprender a comunicarse no necesite explicaciones teóricas de carácter
gramatical descriptivo, sino que se irá comparando desde el primer día del
curso la lengua objetivo con la lengua vernácula del participante.
Hasta los mismos errores deben ser
traducidos con los principiantes, ya que esto les ayuda mucho a evitar errores
típicos y a familiarizarse con la lengua como por ejemplo, el verbo
“telefonear”en español. La mayoría de los principiantes caerán en la trampa de
decir “Yo teléfono”, lo cual es erróneo y suena en español como si se dijera en
inglés “I am a telephone” o en danés “Jeg er en telefon”. Estos tipos de
errores, además de estimular la risa en los participantes creando así un buen
ambiente amistoso, son también importantes de usarlos para que los
participantes comparen cómo se oirían expresiones comunes, erróneamente, usadas
por los extranjeros en su propia lengua. Tal discernimiento los estimula a
poner más atención en los pequeños detalles tanto fonéticos así como
sintácticos y semánticos, pues es obvio que no querrán hablar la lengua
objetivo como lo hacen los extranjeros que intentan hablar, erróneamente, en su
lengua. Aquí, el miedo al ridículo juega un papel relevante psicológicamente,
estimulando a la persona a pronunciar las palabras de la mejor manera posible,
estructurar las frases y oraciones con la mayor coherencia posible e igualmente
construir sus ideas completas con la mayor congruencia posible.
En el ejemplo anteriormente citado, le indica
al mismo tiempo al participante que en todos los verbos regulares debe
pronunciarse hasta la última letra antes
de llegar a la terminación de la forma infinitiva, colocando la terminación
pertinente según el pronombre personal que corresponda. Bueno, pues en lugar de
darle una explicación tan rimbombante al participante
como la que he dado, se le dice simplemente”Cuidado, yo teléfono es como si yo
dijera en su idioma: I am a telephone”. Una vez pasada la carcajada inicial la
persona rápidamente se pone más atenta al conjugar los verbos.
Con lo antes dicho, tenemos que partir de la
base de que sabemos de antemano que en cualquier país europeo o en todo caso
cualquier país donde predomine la cultura occidental, el 80% o más de sus
habitantes desconocen la gramática descriptiva de su propio idioma. Por lo que
es totalmente ilógico intentar enseñar una lengua nueva basándose en reglas
gramaticales y aún peor, usando “explicaciones gramaticales” que no son para el
común de los mortales sino para especialistas en Lingüística o Filología.
Debemos tomar en cuenta que toda la gente que quiere aprender un idioma
extranjero de forma acelerada está interesado única y exclusivamente en
comunicarse en esa lengua objetivo y no en ser especialista fonético, ni
morfosintáctico ni mucho menos semántico. Lo único que se pretende es hablarlo
y comprenderlo. Una vez controlando el habla, a lo mejor sí le apetece después
escribirlo correctamente, entonces sí le recomendaría un pequeño libro de
Gramática para ir conociendo las reglas de la escritura. Pero en ese momento ya
no necesita ningún instructor de idiomas, porque ya domina la lengua, y lo que
tiene que hacer es capacitarse para escribir con habilidad. Es prácticamente de
la misma forma en la que nosotros aprendimos a estudiar la gramática en nuestra
propia lengua. Es decir, las clases de Gramática pura y dura comenzaron cuando
ya teníamos unos 7 u 8 años de edad. En ese momento ya estábamos preparados
tanto mentalmente como lingüísticamente
para analizar y profundizar en nuestra propia lengua, o sea, que ya la
hablábamos casi a la perfección desde el punto de vista de hablantes nativos.
Todo lo anterior lo he comprobado
fehacientemente. De verdad que hay personas, por otra parte muy exitosas en su
vida profesional y social, que no tienen ni la menor idea de lo que es un
Artículo Indeterminado o un Artículo Determinado. Consecuentemente, la forma
más correcta de enseñar tales elementos esenciales para construir oraciones
coherentes, es por medio de la comparación con su propia lengua. Así, en lugar
de hablar sobre Artículos Determinados a un participante inglés, lo mejor será
decirle que “the” es en español “el/la/los/las” induciéndole por medio de
ejercicios espontáneos a comprender sus connotaciones de Género y Número, ahorrando
un tiempo precioso en la rapidez de la comprensión morfosintáctica. Todos los
ejercicios que vayan surgiendo espontáneamente deben tener su correlativo en la
lengua del participante, especialmente, como he dicho antes, en los primeros
niveles.
El otro lado de la moneda, es decir, enseñar
sin gramática descriptiva pero utilizando únicamente la lengua objetivo desde
el primer día, es obviamente una pérdida total de tiempo y energía. Y de hecho
he comprobado que aquellos institutos que usan tal método se debe simple y
llanamente a que sus instructores no hablan sino la lengua objetivo. No dominan
ninguna otra lengua. Lo cual, en mi opinión, parece una desfachatez aberrante
ya que sabemos de antemano que cualquier adulto necesita una “explicación” de
algún tipo en su propia lengua incluso en niveles intermedios. Los
participantes a los cuales he enseñado inglés o español y que antes habían
participado en cursos donde les “vendieron” la idea del “Método Natural”, me
comentan siempre que el primer día estaba muy bien pues eran las cosas más
sencillas como el”buenos días-buenas tardes-buenas noches”, pero en el momento,
o sea, desde el tercer o cuarto día, en que se comenzaba a complicar el diálogo
del texto, la comprensión era ínfima ya
que más bien se trataba de un proceso de adivinanzas, haciendo el instructor de
payaso intentando expresar con mímica por ejemplo: “Mañana voy a trabajar por
la mañana, pero no por la tarde”.
¡A ver cómo se explica eso con mímica! Con lo cual nunca se sabía con certeza
lo que intentaba decir el instructor o el texto del “Método Natural”.
Una vez que hayan comprendido los
principiantes la lógica de la lengua objetivo por medio de ejercicios
fonéticos, morfosintácticos y semánticos, será el momento en el que lo que
llamamos “Retención Memorística” comenzará a funcionar. Antes no. Es imposible
recordar cosas que no comprendemos. Nuestra memoria no trabaja acumulando datos
ilógicos. Al contrario, para nuestra memoria es esencial que la información con
la que se trabaja en un momento dado tenga una lógica total y sea lo más
transparente posible. De ahí que todos
esos cursillos de “mejore su memoria” o “ejercite su memoria” no entran para
nada en mi forma de percibir la enseñanza de idiomas, ni de ningún otro tipo de
enseñanza. Y ese fue uno de los errores fundamentales de Lozanov con su Método Sugestológico.
Para Lozanov era esencial que las personas “memorizaran” cientos y miles de
palabras durante sus sesiones. El pequeño pero trascendental error consiste en
no comprender que para dominar un idioma extranjero no se trata de saber de
memoria un sinfín de palabras, sino de aprender desde el primer momento a
estructurar coherentemente las palabras
conocidas con el fin de crear una oración correcta. Estructurando
congruentemente las oraciones que se van produciendo con la finalidad de crear
una conversación razonable y fluida. Este proceso es el que yo llamo proceso de
Espontaneidad en el Habla, sobre el cual hablaré en el Capítulo 8.- Método
Hipnagológico.. Lo importante no es el número de palabras que se “recuerden” en
un momento dado, sino en aprender a usar las palabras ya “recordadas” en muy
diversas situaciones de manera espontánea. El hecho de saber muchas palabras en
la lengua objetivo no supone para nada que la persona hable en dicha lengua con fluidez y correctamente.
De hecho, muchos de los participantes que vienen a mis clases de español saben infinidad de palabras en la lengua
española ya que han vivido en España durante 5 o 10 o 15 o 20 o aún (que los he
tenido) 25 años. Obviamente estos individuos habían escuchado y aprendido
muchas palabras. Y habían participado en muchos cursos convencionales, etc. Sin
embargo, vinieron a mí porque lo que les faltaba era aprender a construir
oraciones coherentes y entablar conversaciones congruentes. Tenían errores tan
graves como decir: “Yo gusto” que
traducido al inglés sería algo así como “me like” o al danés “mig kan lide”.
Dicha expresión, al haberse utilizado durante tantos años sin darse cuenta de
que era errónea, encontrándose el hábito fuertemente arraigado, es bastante
difícil quitarla del léxico del participante. Con éste tipo de participantes,
dicho sea de paso, es muy difícil trabajar pues primero es menester “limpiar”
todos sus errores adquiridos a través de tantos años y después enseñarles a
hablar con propiedad.
Por lo que, resumiendo, memorizar material
que no tiene sentido para el
participante es una pérdida de tiempo y al final el mismo participante cree
subjetivamente que tiene “mala memoria”,
que “ya está muy viejo para aprender un idioma extranjero”, y muchas otras
falsas conclusiones que frustran e inhiben a las personas en su intento de
aprender algo nuevo. Sin darse siquiera cuenta de que es debido al método o los
métodos con lo que han intentado enseñarle. Tan es así que cuando vienen a mis cursos hay muchos participantes
que me comentan que han estado usando siempre (durante muchos años) la forma
verbal del Presente Simple únicamente. “Y claro, la gente me comprende”, me comentan,
“pero ahora que ya sé y uso el Pasado y el Futuro me doy cuenta de lo ridículo
que se oía”. Lo típico de, por ejemplo: “Ayer voy a la playa”, que traducido al
inglés sería: “Yesterday I go to the beach”, o en danés: “I gaar, gaar jeg paa
stranden”.
En muchos cursos me he quedado boquiabierto
al comprobar que participantes de 78 y aún 82 años tenían una capacidad
memorística fantástica. Pero por supuesto, primero tenían que comprender
lógicamente el contenido de lo expuesto y era entonces cuando su memoria
comenzaba a funcionar a las mil maravillas. No estoy diciendo que retenían tan
rápidamente como un participante de 20 años o menos. No, pero retenían la mayor
parte del material dado y aprendían a usarlo de una forma eficaz en su entorno
social. Y eso, creo yo, es lo esencial.
Por lo que, una vez comprendida la lógica
interna de la lengua objetivo la memoria se activa. Esta activación de la
memoria, por medio de la lógica, implica que el organismo aprende por
experiencia. El participante mismo debe “descubrir” esa lógica en la lengua objetivo.
Siendo el trabajo del instructor el guiarlo hacia ese “descubrimiento”. Cuando
aparece la experiencia del “Ajá”
y se da cuenta el participante de lo mecánico que es en sí, por ejemplo, todo
el procedimiento conjugativo de los verbos regulares en español
es cuando su memoria se dispara y es un placer para el participante crear
infinidad de oraciones “jugando” con esos verbos regulares creando verdaderas
conversaciones espontáneas con el instructor. En el momento en el que el
participante ha asimilado la mecánica de los verbos regulares, entonces sí, le
voy enseñando, poco a poco, los irregulares, es decir, las excepciones. Hacer
lo contrario es absurdo. Muchos
participantes en mis cursos me han comentado que lo primero que aprendieron en
español fue el verbo “ser” (to be) que es irregular. Y aparte de que se
tardaron varios días en “memorizar” el susodicho verbo, pensaron que todos los
verbos en español eran de esas características, es decir, que no había ninguna
mecánica lógica, lo cual no es el caso en la gran mayoría de los verbos.
De ahí que yo siga la idea chomskiana de que
el lenguaje es una actividad creativa me
parece del todo correcta. Siendo el papel de motivador del instructor esencial.
Sin un buen motivador cualquier curso intensivo de idiomas está destinado al
fracaso. Como expliqué antes, el interés del participante ya existe de hecho,
se podría decir, de forma innata, siendo su actuación la que produce la energía
necesaria para aprender rápidamente. Pero si la actuación no es retroalimentada correctamente,
espontáneamente y eficazmente por el instructor, el interés decae mucho y los
resultados ya no son los mismos. El instructor debe conocer en todo momento la
estructura cognitiva específica del participante, la misma que debe poseer lo
que David Ausubel (1983) denomina como “significado lógico”, debiendo ser
relacionable de manera intencional y substancial con la etapa correspondiente y
pertinente que se encuentra disponible en la estructura cognitiva del
participante en un momento dado. Este “significado lógico” se refiere
obviamente a las características inherentes de los elementos que se van a
aprender y a la naturaleza de los mismos.
Esta forma de aprender parece ser que ya existía (aunque no en la
enseñanza de idiomas, desgraciadamente) en la Antigua Grecia. La oralidad
mimética se desarrolló en Grecia desde el siglo VIII a.c. con las obras
homéricas, las cuales eran aprendidas de memoria por los alumnos. La escritura
casi no se usaba, sino que todo mensaje de la vida cotidiana requería de un
esfuerzo de oralidad mimética. De ahí el
desarrollo de la poesía en la Antigua Grecia donde la rima en verso ayuda mucho
a la memorización rápida y eficaz. Tal concepción fue desplazada paulatinamente
durante la época de Platón (siglo IV a.c.) conociéndosele como oralidad
dialéctica. Fue, digamos, la
culminación de la metodología socrática del diálogo refutatorio y
mayéutico. Así nació y se desarrolló una
forma diferente de oralidad. Una oralidad creada por los filósofos: La oralidad
dialéctica, utilizada de forma exclusiva por Tales de Mileto y por Sócrates,
tenía como finalidad el estimular el pensamiento lógico del individuo. De
hecho, el desarrollo pleno de la oralidad dialéctica es el fundamento de
nuestra llamada cultura occidental. El uso de la lógica en el aprendizaje y no
sólo la pura y simple repetición de la oralidad mimética que es, como he dicho antes, importante pero sólo
usándola de forma esporádica y no dándole una importancia desmesurada, hizo que
la oralidad dialéctica haya influido igualmente en el desarrollo de la
escritura. Todos los textos escritos tienen que estar relacionados de alguna
manera con el mundo del sonido que es el ambiente natural del lenguaje. Es
verdad que la escritura ha creado la civilización, pero también es cierto que
“leer” un texto significa convertirlo en sonidos, en voz alta o leyéndolo
mentalmente, sílaba por sílaba. La escritura nunca puede prescindir de la
oralidad, siendo la oralidad dialéctica la que hace que comprendamos
lógicamente los mecanismos inherentes en determinado sistema, en nuestro caso,
una lengua nueva. En tanto que la oralidad mimética, sin restarle importancia,
llega a formar parte de un Sistema Abierto de la oralidad dialéctica, y no al
contrario. Me explico: La buena memorización depende de la buena lógica del
contenido. Es necesario primero comprender las cosas y luego memorizarlas. No
como se hacía en la época de Homero,
en donde los niños aprendían “de memoria” diversos episodios de la Ilíada y la
Odisea para recitarlos en público sin comprender absolutamente nada de su
significado lógico. La oralidad dialéctica, afortunadamente, dio término a
dicho estado de cosas. Sin embargo, parece ser que con la caída del Imperio
Romano y la aparición de la Edad Media, el método de la oralidad dialéctica de
quedó en el olvido.
Con lo anteriormente expuesto espero que
quede claro que el papel del instructor en cursos acelerativos de idiomas debe
ser el de un facilitador y no un inhibidor. Siendo obvio que el conocimiento
por parte del participante de su lengua materna facilita la tarea hacia el
conocimiento de la lengua objetivo. El concepto chomskiano de “competencia”
viene en sí mismo integrado en la lengua vernácula del participante. Siendo
igualmente obvio que durante el proceso del curso el participante aprenda a
aplicar sus propias estrategias de instrucción. Es necesario desarrollar la
capacidad, por parte del instructor, de permitir que las estrategias, quizás
innatas, del participante, dictaminen nuestra forma de enseñar en un momento y
circunstancia determinados y que dicho participante determine asimismo nuestro
Sistema Abierto. Es más eficaz, por la rapidez de los resultados y demás
connotaciones psicológicas ya expuestas, aprender a adaptarse a las necesidades
del participante que imponerle e inhibirle con nuestras ideas preconcebidas de
cómo debe aprender, qué debe aprender y cuándo lo debe aprender siguiendo todo
esto en un simple “libro de texto” diseñado por los “expertos” de turno. Creo
que la idea queda aún más precisa y explícita con lo que afirmó en su
momento Von Humboldt: “ En realidad, no podemos enseñar
una lengua, sino que sólo podemos crear las condiciones en las que se
desarrolle de forma propia y espontánea en la mente. Nunca podremos mejorar
nuestra habilidad para crear tales condiciones favorables hasta que sepamos más
acerca del modo en el que un alumno aprende y de las características de su
programa interno”.
La estructura latente del lenguaje descrita
ya por Eric H. Lenneberg (1967), nos lleva a concluir la misma aseveración
respecto a un Sistema Abierto de enseñanza/aprendizaje. Por supuesto que
existe, creo yo, una estructura psicológica latente que está esperando el
momento de ser activada cuando un adulto intenta producir oraciones y diálogos
en la lengua objetivo que está aprendiendo. Siendo parte integrante de ésta
estructura psicológica, y hasta me atrevería a decir fisiológica, latente, la
propia lengua del participante. Esto lo tengo confirmado de igual manera por la
certeza de que la lengua más “difícil” de aprender para un adulto, es la
segunda lengua, pues toda la información al principio es totalmente nueva para
el principiante que habla solamente una lengua. Pero para aquellos
principiantes que dominan dos lenguas, aprender una tercera es ya más fácil. Y
una cuarta es todavía más fácil, etc. Por eso cuando la gente me pregunta qué
nacionalidad es la “mejor” o la “peor” para aprender idiomas, les contesto
tajantemente que no se trata tanto de nacionalidades sino del número de idiomas
que la persona domina con antelación. Sin importar si las lenguas tienen alguna
correlación o no. Me explico: He tenido participantes que han hablado
perfectamente portugués y francés, por ejemplo, y debido a la semejanza de
éstas dos lenguas latinas con el español, el curso les ha sido totalmente fácil
desde el primer momento, dejándose ver los resultados rápidamente. Igualmente
he tenido participantes que dominaban perfectamente el finlandés, el ruso y
el sueco, por ejemplo, y han sido tan
rápidos como los otros que dominaban las lenguas latinas, ya que estaban
conscientes en todo momento de que lo
que tenían que hacer era envolverse plenamente y enteramente en un sistema
lingüístico nuevo, y nada más. De ahí que las inhibiciones, temores, etc., de
los participantes que hablan una sola lengua no existan y el aprendizaje sea
más fluido.
De igual manera, he tenido participantes que
han hablado siete u ocho idiomas al venir aquí conmigo y han alcanzado en 50
sesiones el nivel 3.
Si tomamos en cuenta que para un participante normal llegar al nivel 3 se
requieren 150 sesiones, se puede muy bien apreciar la diferencia. Además quiero
añadir que esas personas que aprendieron de forma radicalmente vertiginosa eran
de países tan diversos como Holanda, Irán y Sudáfrica.
Ahora ya podemos corroborar que el
aprendizaje debe conducir a un cambio significativo de la experiencia,
parafraseando a David Ausubel (1983), es decir, debe ser más que un simple
cambio de conducta. Debe enriquecer al participante en todos los sentidos. No
sólo, en nuestro caso, en la adquisición de una lengua nueva en un período de
tiempo a corto plazo, sino también y consecuentemente, diría yo, un desarrollo
personal que dote al participante de una autoconfianza cada vez más
satisfactoria y saludable en su desenvolvimiento en la lengua objetivo y en la
totalidad de su personalidad de forma directa. El uso de lo que yo considero
como la memoria creativa, compaginada con la oralidad dialéctica, es la base
misma del Proceso de Espontaneidad en el Habla, que será posteriormente
analizado.
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